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viernes, 17 de febrero de 2012

DOCE MINUTOS Y MÁS.

La bola sale disparada sin violencia desde sur y oriente. Doce minutos y más y la bola sigue su trayectoria extrña y caprichosa, como los deseos de una niña, se eleva, hace una curva hacía afuera siempre elevandose.
En el tumulto existe el desorden, se jaloneas, se empujan. nadie se decide a nada, perecen hacer justo eso: jugar sin sentido aparente salvo a eso, a empujarse y jalarse las camisetas mirando la bola cruzar sobre sus cabezas y sus ideas.
¿Y la pelota? Continúa su viaje como un cometa infinito en el espacio, sigue surcando ese espacio de cielo que en ese momento le obsequian, haciendo una curva hacia abajo. Sigue y sigue hasta que pareciera decidirse a caer finalmente, cambiando de parecer como si hubiese elegido a alguien con quién bailar de entre los veintidos jugadores que le prestan toda la atención del mundo.
cae mansa, sumisa, se entrega, se somete a voluntad a lo que venga, sometida al golpe, a la patada precisa. Pasa de la paz de estar por encima de todos reinando los cielos por unos segundos larguísimos a la violencia más certera y brutal, hasta elegante si desean. cambia de trayectoria debido al golpe, a la patada; pasa de la la paz a elevar su velocidad e ir forzada a descansar al fondo de una red y rodar por los suelos, usada, ya con una misión concluída, con un deseo ya satisfecho que hace elevar el grito ensordecedor de millones; no ve, no escucha, sólo cierra los ojos y se entrega al destino. Una última curva luego del golpe y todo termina.
No ve nada, no oye nada. Rueda por el piso, ya pasó su momento, ya dejó de ser ella la que se lleva la atención de todos, se siente ignorada cuando está acostumbrada a ser la vedette.
La atención se alejó de ella. La recogen con tristeza y las miradas se van con los otros. la limpian, la patean, ahora va de mano en mano, luego lento por el suelo. Poco a poco la ponen en el medio del campo. Segundos atrás había euforia, un gol espléndido de un córner, la cogieron limpia y golazo del once, chimpún derecho sin tocar el piso o dar rebote, dos toques en poco tiempo y en tanto espacio.
El estadio vibró por ella, teñida de azul y blanco por tercera vez.

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